Con los ojos vendados...


RADIOFRECUENCIAS MICROONDAS
LA BANDA V.H.F.



SECCIÓN "H", CANAL DE LAS TRES EQUIS

CON LOS OJOS VENDADOS (2006)


PRESENTE EN «RAYOS BETA»
LA CUARTA TEMPORADA

Hacía tiempo que él no ya no era él mismo... Aunque, claro, soy la persona menos indicada para decirlo... Eso, si es que se me puede considerar una "persona" como tal...

En apenas conociéndolo pudimos compartir algunas experiencias, y éstas fueron lo suficientemente íntimas e intensas como para que la amistad pudiera brotar, florecer y dar sus frutos. Sin embargo, no lograba que nuestra amistad fuera más allá; yo quería dar el siguiente paso, pero no encontraba la oportunidad...


- 2 -

Recuerdo la primera vez que discutí con él... Fue en aquella fiesta de navidad, cuando desperté ciega y desorientada tras haber intentado quitarme la vida...


Yo estaba equivocada, todos mis ideales y pensamientos estaban mal.

Yo no quería verlo, o será que estaba tan cegada por el rencor a los que creía me habían traicionado. Pero él lo logró, hizo que viera más allá de lo que mis "ojos tri-horadados" pueden ver.

Tal vez porque ese chico tiene ese poder. Con sólo una mirada y una sonrisa es capaz de todo. Quizá esa fue la razón por la cual me enamoré de él.

No sé cuándo ocurrió, ni como. Sólo sé que me estremezco cada vez que lo siento cerca de mí. Yo se lo dije una vez: tiene unos ojos mejores que los míos, aunque en realidad él use anteojos, y que no puede ver sin ellos.

El verdadero significado de mis palabras fue que yo solo puedo ver lo físico, sustancial, superficial. Él no. Es capaz de ver en el interior de las personas, descifrar sus sentimientos y lo que en realidad son. Es extraño, ¿no?

Una chica como yo, quien es famosa por no mostrar sus emociones decir esto...

Me siento estúpida, como una niña enamorada hablando de esta manera. Todo es culpa de ese chico, ese cuatro-ojos castaño y revoltoso que ha llegado hasta mí de una forma en que nadie lo había hecho.

A pesar de no ser el más cercano a él yo lo sé. Utilizo mis ojos superficiales para seguirlo y espiarlo sin que se dé cuenta. Por eso puedo reconocer y afirmar que no es él mismo. Ya no sonríe tan seguido como antes, habla menos y no se le ve tan seguido.

Hay algo que lo entristece y creo saber qué es. O quién es. Desde que la idiota de Rachel se marchó del fraccionamiento, traicionándonos a todos se puede ver que él ha perdido el brillo de sus ojos color suelo.

Como bien dicen, los ojos son el reflejo del alma. Pero es la frase más aplicable a mis padres, Joshua y Claire. Sobre todo, mi padre, el eterno soñador que parece nunca haber ganado ese sueño por el que lucha.

Puedo adivinar que lo que siente por mi madre es muy fuerte. Sé que no soy la única que desearía ser la que despertara ese sentimiento en él.

Es que, a pesar de que él ni lo note, es irresistible. Todo en él puede llamar la atención de cualquiera, no solo por lo físico, sino por lo que hay en su interior.

Se preguntarán cómo es que soy tan imbécil para amar de esta forma casi obsesiva a alguien y no tener el valor para decírselo. Es por las mismas razones: él jamás sentirá por mí lo que siente por Rachel Sanyo. Entonces debería dejar de espiar su entrenamiento desde el árbol en el que estoy sentada. Sin tan solo tuviera la voluntad para apartar mis ojos de él...

Dando un pesado suspiro decido bajar de ese árbol que se encuentra a veinte metros del campo de entrenamiento. Lo hago y, al caer, sacudo mi ropa un poco.

Resignada, me dispongo a caminar sin un rumbo fijo. Coloco las manos en los bolsillos, liberando el "Clarion" de mis ojos. Hundida en mis pensamientos, con la mirada fija en el camino, sigo. De repente oigo pasos, parece como si se dirigieran hacia mí rápidamente. Esbozo una pequeña sonrisa y me detengo, lo que hace que esa persona haga lo mismo.

-¡¡Ruthie!! -lo escuché gritar.

Volteo a ver aunque ya sepa de quién es el dueño de esa estridente e inconfundible voz. Esa sonrisa, esos cabellos en el viento y sus ojos. Esa mirada que siempre les dedica a sus enemigos. Él se acerca a mí, a la vez que yo no dejo de observarlo. Estamos frente a frente.

-Raymond -alcanzo a decir.

-¿Cómo estás? Hacía mucho que no te veía.

-Aburrida después del entrenamiento. ¿Ya terminaste? -pregunto, como si no supiera cada movimiento suyo.

-Sí, hace rato. ¿Qué te parece si vamos a descansar por ahí?

-Genial. Vamos.

Parece un sueño hecho realidad estar con él. Nunca imaginé encontrármelo justo ahora.

Es verdad, hace mucho que no hablamos, mas yo lo veo todo el tiempo desde cualquier lugar. Nos dirigimos juntos a un lugar más tranquilo, los bosques en los que no hay mucha gente. El verde pasto nos rodea, la suave brisa parece conducirnos. Desde que llegó no ha parado de hablar, contarme anécdotas y reír. A mí me gusta escucharlo, prefiero eso que hablar sobre mí, aún siendo que yo soy mucho más interesante que él...

¿Qué podría decir de mi vida? Entrenar, comer, dormir, trabajar, etcétera... Sin darme cuenta, estoy sonriendo. Miro sus ojos fijamente. Él me habla, ahora veo sus labios moverse. Esos labios que tanto anhelo, suaves y deliciosos. No dejan de arquearse y articular palabras.

Subo la mirada nuevamente por su rostro y noto como sus mejillas toman un color rojo óxido. Genial, Ruth, lo pones nervioso mirándolo de esa manera.

Aparto la vista de él, dirigiéndola hacia el cielo, y seguimos caminando, silenciosos. Llegamos a un bello lugar, la base de un árbol de gran copa que nos da sombra en un día tan caluroso como éste.

Ambos nos sentamos, siguiendo con la charla de hace unos momentos. A pesar de escuchar su risa y sus bromas, noto la melancolía en sus ojos vidriosos a causa de las gafas. Quisiera preguntarle a qué se debe, me gustaría ser en quien descargue toda su tristeza. Pero no, no puedo preguntarle algo así. No me gustaría meterme en lo que no me importa.

¿De verdad no me importa? Yo vencí a Rachel Sanyo...

-Estás muy callada -me dice- ¿siempre eres así?

-¡Hmpf! No preguntes cosas obvias.

-A pesar de eso, te considero simpática, Ruth -contesta, seguido de una risita estúpida.

Esta tarde no es como cualquier otra. Me estoy divirtiendo, como hacía mucho que no me pasaba. Ser la primera chica robot del mundo no es algo muy entretenido que digamos. Tengo muchas obligaciones y más responsabilidad a medida que pasa el tiempo. Después de todo, soy una Phoenix, hija de los dictadores supremos y... Ah, no quiero hablar de eso, estoy con Raymond.
Quiero disfrutar el tiempo con él.

Sin darnos cuenta, la noche ya había caído. El sonido de los grillos es más intenso por esos lugares. Las luciérnagas y las luces de las casas adornan nuestra vista mientras revolotean o parpadean. La luna comenzó a mostrar su tenue resplandor. Al ver esto, le propongo emprender el camino hacia nuestras casas, por mucho que no quisiera. Él asiente y ambos nos levantamos de la verde pastura. Fue en aquel lugar que mis padres se conocieron por primera vez en el año 1999 y por segunda vez en 1970, hace casi 1,000 años. Esos viajes en el tiempo son algo confusos...

Yendo con Raymond el camino a casa era mucho más entretenido. Como dije antes, ese chico tiene una gran capacidad para hacer feliz a quien está con él. Si tan sólo supieras lo que siento.

Llegamos al lugar en que nuestros rumbos se dividen. Lo miro y sonrió, a lo que él me corresponde. Con un apretón de manos, nos despedimos, prometiendo que volveríamos a pasar la tarde juntos otro día.

Durante una semana estuvimos así, yo iba al árbol un rato antes para poder encontrarlo desde las alturas. Luego él me alcanzaba por allí, gritaba mi nombre y yo descendía. Nos sentábamos bajo la sombra a charlar sobre nuestras vidas, a reír y relajar un poco las tensiones. Hoy no va a ser la excepción.

Aquí me encuentro yo, sentada sobre una gruesa rama bajo el resguardo de las hojas.

Activo el "Clarion", no tardo demasiado en dar con él. Ahí estaba, lanzando rayos eléctricos por los ojos, técnica adquirida de Hikari Sanyo, peleando con mi tía Rebecca. Observo cómo se mueve, salta, corre. Se nota que todo lo que Las hermanas Sanyo le enseñaron no fue en vano. Se ve cansado, seguramente estará terminando su rutina. Sus cabellos despeinados, su rostro cubierto de tierra, su ropa desacomodada. Trato de distraerme por un momento, intentando dejar de observarlo de ese modo.

Al volver la vista hacia él, ya no pude divisarlo. Tal vez luego de su arduo entrenamiento no tendría ganas de venir a perder el tiempo conmigo. Exhalo pesadamente, esa idea me entristece. Aun así, yo ya había terminado con mi entrenamiento diario, órdenes de mis padres, y por eso tengo la tarde libre. Además el día está muy lindo y no me dan ganas de moverme. ¡Por dios, pensando así me parezco a mi hermano mayor Rex!

-¡Ruthie! ¡Ruth!

Oigo una voz familiar que me llama. Confundida, me asomo enfocando la vista hacia abajo para ver quién me llama. Me sorprendo al enterarme que él sí había venido. Después de su terrible entrenamiento y estar cansado está allí.

Como todos los días, él siempre cumple su palabra por más duro que sea. Probablemente eso es lo que me atrajo de él. Sonrío levemente y me pongo de pie. Doy un salto y caigo a su lado.

Me muestra su más cálida sonrisa, saludándome. Seguidamente me propone ir a pasear por el bosque, a lo que yo asiento, manteniendo mi seriedad. Comenzamos nuestra caminata tranquilos, sin apuros. El paisaje de la antes llamada Oaxaca es uno de los más relajantes, ¿saben? El fresco aire choca contra mi cara, mueve mis cabellos y me despeina. Vuelvo mi mirada hacia él otra vez, sin que se diera cuenta. Noto su mirada clavada en el suelo, como perdida en la nada.

Lo más seguro es que no sea en mí en quien piensa.

-Raymond -lo veo girarse hacia mí- ¿te pasa algo?

-No, no te preocupes -sonríe- Sólo tengo hambre.

-Entonces. -pienso rápido- ¿te gustaría ir a comer?

-¡Claro, me encantaría!

Como es de esperarse, también sé que va muy seguido a esa gran fonda a comer lo de siempre. Siempre lo veo por ese lugar. La idea le devolvió algo de brillo a su rostro, eso me alegra.

Continuamos nuestro recorrido hasta allí, a la vez que el ocaso cae poniendo el cielo de colores rojizos. Al llegar pasamos las puertas de vidrio e ingresamos a ese sitio. Veo como él toma asiento, a lo que yo hago lo mismo.

-¡Oiga! Dos pedidos del menú de hoy, para mi amigo y para mí -lo escucho decir.

-Ya salen, joven Thunderbird -contesta el hombre que ahí atiende, amablemente.

Y es que va tan seguido, que los meseros ya lo conocen de nombre y apellido.

Eso es lo que soy: su amiga. Me pone feliz serlo, me gusta estar cerca de él y ser reconocido por Ray. Haría lo que sea por ver su sonrisa físicamente. Tomaría hasta ácido si fuera por acompañarlo. Si, así de loca estoy, aunque no lo parezca.

El mesero nos entrega primero los tazones de sopa, lo que entusiasma a mi amigo. Toma la cuchara y con un '¡Por fin!' comienza a devorar su plato. Yo sonrío, tomo mi comida y me dispongo a cenar.

En unos pocos minutos, una pila de platos rodea a Raymond. Él ya había comido tres. Yo apenas acabo el primero. En realidad me gustan demasiado ese tipo de comidas.

No puedo creer que esto lo haga feliz. Se parece a mi tía Rebecca en esa forma de comer. Seguimos con nuestra charla y yo con el resto de la comida, sentados en ese mismo lugar.

Esta vez pasamos más que una tarde juntos, la noche acababa de llegar, haciendo que las luces de la ciudad se enciendan.

Al parecer el cansancio le ganaba, ya que de vez en cuando sus ojos se cerraban, a lo que él agitaba su cabeza intentando no caer rendido antes de tiempo. Eran ya como las 11 de la noche para entonces...

Él siempre trabaja tan duro como entrena. Dice que quiere hacerse más fuerte y más rico, y nada lo detendrá en sus objetivos: "Para que Estados Unidos recupere lo que le pertenece, y llevarse con él a Rachel". Al pronunciar ese nombre su mirada vuelve a apagarse y lo invade una profunda tristeza. Sus sentimientos por esa tipa parecen hacerse más sólidos a medida que pasa el tiempo. Se sacrifica cada día por ella y su país sin importarle las consecuencias. ¿Por qué justamente él? Se va a hacer daño si sigue así. Esa mirada expresa la tristeza de un amor imposible, con el que sólo se sufre y duele. Lo sé porque mis ojos muestran el mismo sentimiento hacia él. Creo que no soy la más adecuada para hablar de "hacerse daño".

Mi mente se estropea por dentro al escucharlo nombrarla de esa manera. Rachel no se merece a Raymond, con todo el mal que le hace cada día con su ausencia.

Me encantaría decírselo, gritarle '¡Ya no ames a esa lagartona! ¿No ves que hay alguien mejor a tu lado?'. Pero no puedo, no tengo el valor para eso. Además que él no toleraría de ninguna forma que alguien hablara mal de su país en su presencia.

Somos parecidos, Ray. Ambos sufrimos en silencio. Sólo que él por alguien que se fue, dejando un hueco imposible de llenar en su vida y por algo que ya no debía ser: la terrible opresión norteamericana. Yo por la persona que está junto a mí, pero a la vez se encuentra muy distante.  Además él parece ignorar que fueron mis padres, no yo, quienes restablecieron el orden mundial y convirtieron a su antiguo México en lo que es ahora...

Vuelve a mirarme, con una leve sonrisa en sus labios. Ambos estamos de acuerdo en que es tarde y debemos regresar. Estira sus extremidades en una forma no elegante y se levanta de su asiento, momentos antes que yo lo haga.

Después de discutir un rato, logro convencerlo de que yo pago esa cena, ya que fue mi invitación, y el hecho que siendo un miembro privilegiado de la sociedad en mi territorio, nunca trae dinero.
Planeamos lo que haremos mañana y nos saludamos. Es como una especie de terapia lo que tenemos, yo lo acompaño en su tristeza, él me saca de mi soledad. Emprendemos nuestros caminos de regreso a casa, nos separamos en diferentes direcciones.

Separados, como siempre lo estuvimos; sin mirar atrás, camino a paso lento por una calle desolada. Sólo se oyen mis pasos, solo se ve la sombra que genera mi figura a causa de la ligera luz de la calle. Después de unos minutos de silenciosa caminata, llego a mi casa.

Vivo sola, aunque mi tío J.J. me ofreció regresar con mis padres y mi tía Rebecca pero yo no acepté, precisamente por la presencia de mi tía. A ella no la soporto y tampoco quiero ser una carga para nadie, prefiero valerme por mis propios medios.

Cierro la puerta al entrar. Me quito los zapatos y avanzo hasta mi habitación. Mientras me cambiaba para dormir, pensaba en lo sucedido en estos días. Será lo mejor descansar para mañana. Me acuesto bajo las sábanas de seda, cubriéndome con ellas. Luego de dar algunas vueltas, mis ojos se van cerrando a la vez que caigo en un profundo y reparador sueño.

Ya es de mañana, lo sé porque los intensos rayos del sol hacen que mi vista se dificulte. Abro los ojos completamente, a la vez que miro el reloj. Ya es la hora, debo ir a trabajar con mi equipo. La rutina de todos los días, me levanto temprano, trabajo, entreno, espío a Ray. A esas actividades se suma nuestra salida de amigos por las tardes. Eso es lo que hacen especiales estos últimos días para mí.

Exhalando con fuerza me levanto de la cama.

Me arreglo, desayuno algo y me dispongo a salir. Me coloco mis zapatos, abro la puerta y emprendo el ya conocido camino.

Al estar cerca del lugar de encuentro noto que los de mi equipo me esperan en la puerta: mi tío J.J., mis padres, mi hermano Rex, Hikari Sanyo y mi tía Rebecca me miran mientras avanzo hacia ellos. Con un saludo no demasiado simpático los recibo.

Entramos al campo, al tiempo de que oigo las ocurrencias de mi padre, seguido siempre por su buen alumno, Rex. Hikari me habla, yo solo asiento pero casi sin escucharla en realidad. Últimamente estoy en las nubes. ¿Por qué será?

Todo se pasa bastante lento este día, sumado a mi ansiedad por terminar antes que Raymond lo haga. Estoy cansada de decirle a Rebecca que ya me deje en paz, que no tengo intenciones de competir con todas mis fuerzas contra ella para demostrar nuestras habilidades. ¿Para qué? Si somos del mismo equipo. Lo mejor será trabajar y luego entrenar con Claire, mi madre, así me lanza todas sus armas e intento evitarlas con mi "Clarion", heredado de ella. Ese que utilizo para perseguir a lo que más quiero en este mundo. Después de luchar arduamente, nuestro reloj, Josh, nos avisa que da por terminada la rutina de hoy.

Me despido de mis compañeros rápidamente y empiezo a correr hacia el bosque con la energía que me queda. El trabajo, y el entrenamiento fueron largos, ya era hora de que empezara el de Ray. Al llegar, subí al famoso árbol. Me senté allí dispuesto a activar mi facultad para descubrir dónde está.

Lamentablemente lo usé demasiado este día, mi vista está sumamente borrosa. ¡Demonios! Tendré que conformarme con esperar su llegada.

Después de un rato, se hizo la hora pactada. Todos los días, a pesar de ser un chico despistado y de apariencia irresponsable, él era muy puntual, excepto hoy...

Los minutos corren y él no aparece. Con mis ojos tri-horadados agotados, por más que me esforzara, no llegaba a ver a más de unos cuantos milímetros. Ni rastros de él a mí alrededor. El atardecer está llegando, ya había pasado bastante tiempo desde la hora acordada. Es extraño, él nunca había fallado hasta ahora. Espero hasta que empiece a oscurecer, no más.

Cuando la noche llega, preocupada, desciendo del árbol. Emprendo una carrera hasta su casa, tengo el presentimiento de que allí se encuentra esta vez. Con rapidez avanzo, mis pasos resuenan en todo el terreno. Mi respiración se agita demasiado, aun así trato de continuar. Logro divisar esa casa, estoy cerca de encontrarlo. Me detengo en la puerta, extiendo mi mano algo temblorosa y golpeo en ella.

Espero unos minutos, nadie contesta. Intento nuevamente. Sigue sin responderme. Esto es extraño, ¿le habrá ocurrido algo?

Al momento que decido golpear nuevamente, se escucha el ruido de la perilla girar. La puerta se abre lentamente. La imagen que veo a continuación me paraliza. Es él, Ray. Por lo visto no está herido, eso no es lo que me sorprende y me preocupa en realidad.

Sus ojos están húmedos e invadidos por un color rojizo, señales de que ha estado llorando. Él se sorprende al verme, me mira y baja la vista velozmente. De seguro no deseaba que yo lo viese así.

-Amiga Ruthie, lo siento, debí haberte avisado que no iría hoy. Perdón.

-No, no es necesario que te disculpes. ¿Estás bien? -mostrando mi preocupación.

-Sí, lo estoy. Te prometo que mañana...-

-¡No! -exclamo, sobresaltándolo- Es decir, si quieres puedo acompañarte. No quieras ocultarlo, Raymond, sé que algo te ocurre.

-Bueno, la verdad es que, me hace falta compañía en este momento.

Diciendo esto, abre la puerta un poco más permitiéndome pasar. Entro. Nunca he ido a su casa, por fin pude conocerla. Aunque no en las mejores circunstancias.

No tiene nada de especial, aun así me siento cómoda en ella. Es sencilla, pero tiene ese aire particular que da un Thunderbird a todas las cosas. Me invita a sentarme en el sofá, a lo que yo agradezco. Él se sienta a mi lado sin decir una palabra.

Ambos estamos en silencio, ninguno de los dos articula ni una sílaba. Miro de reojo su rostro, él tiene su mirada clavada en el suelo, ausente de cualquier señal de ese brillo característico en él.

No sé qué hacer, como reaccionar, qué decir. Odio verlo así y no saber cómo ayudarlo, además sabiendo casi con exactitud la razón de su tristeza. Siempre me consideré una persona callada, y demasiado autoritaria. Me sentía impotente al saber que había estado llorando por ella.

-Amigo Ray -rompo el silencio, atrayendo su atención- tal vez si me cuentas lo que te sucede, tal vez te sientas mejor.

-No quiero amargarte con mis problemas absurdos -responde, intentando sonreír en vano.

-Nunca me amargaría escucharte y no creo que nada de lo que te ponga triste sea absurdo -clavando mis ojos en los suyos.

-E-está bien. Lo que pasa es que -con un hilo de voz- extraño demasiado a Rachel.

Ya no lo pudo evitar. De sus oscuros ojos comienzan a brotar lágrimas imposibles de parar. Éstas ruedan por sus mejillas y caen al suelo constantemente, una tras otra. Con su puño las seca con fuerza de su rostro, en un intento por parar de llorar. No puede, eso es lo que más me hiere.

Sin pensarlo dos veces, estiro mis brazos hacia Raymond y lo atraigo contra mí. Lo abrazo fuertemente, haciendo que apoye su cabeza sobre mis pechos. Siento como sus manos temblorosas se posan en mi espalda, aferrándose a mi ropa.

Escucho sus sollozos y dejo que mi blusa se humedezca con sus lágrimas. Él ya no puede hacer nada por detenerse, Ray no es así.

Esa tipa es la culpable de todos sus pesares y sufrimientos, como siempre. A mi padre, a mi madre, a mi tía, mi tío y a sus hermanas ya les había causado ella problemas graves...

Si tan sólo pudiera reflejar en mí todo lo que siente por Rachel Sanyo. Yo jamás te haría llorar.

-¿Por qué es ella así? -dijo casi en un susurro apenas audible- Ni siquiera puedo contenerme delante de ti. Lo siento, Ruth -intentando separarse de mí.

-Ray -no le permito alejarse, acaricio sus cobrizos cabellos- me tienes a mí, yo nunca te voy a dejar solo.

Lo dije sin pensar. Eso es lo que siento, ya no puedo soportarlo. Tenerlo así de cerca, estar a su lado amándolo en silencio, compartir su sufrimiento de esta forma, todo tiene su límite.

Mando todo al demonio, ya no me importa nada ni nadie más que él. Me separo suavemente unos centímetros solo para tratar de ver su rostro otra vez. Él me mira sorprendido, aun con lágrimas recorriendo su rostro. Estamos tan cerca, tanto que puedo sentir su respiración chocar contra la mía. Paso mi mano sobre su mejilla, acariciándola suavemente, corriendo una lágrima que rodaba por ella.

Me acerco a sus labios lentamente, y le doy libre acceso a los míos. Así los uno en un tierno beso, al que Raymond no opuso resistencia. Esa boca que tanto había anhelado, soñé muchas veces con probarla.

Sin pensarlo, introduzco mi metálica lengua en esa cavidad, entrelazándola con la de él, saboreándolo con pasión. Intensifico ese beso haciendo que él se tense. Coloca sus manos sobre mis hombros, en señal de que es momento de detenerme.

Al caer en cuenta de lo que estaba haciendo, decido separarme de él suavemente. Nos miramos a los ojos, Ray aún tiene sus manos en mis hombros. Yo dejo la mía en su mejilla y con mi brazo lo sostengo por la cintura. Me siento una idiota, ¿Cómo pude aprovecharme de una situación como esta? No debí hacer eso.

Él me miraba a los ojos, sin poder creerlo, aunque su llanto había cesado.

-A... amiga Ruth.

-Ya no puedo -dije, bajando la mirada- No puedo soportar un segundo más estar cerca de ti sin tenerte en mis brazos, Raymond Thunderbird.

Al decir eso me volví hacia él, creo que no soy muy consciente de lo que acabo de decir. Sus ojos estaban bien abiertos, a la vez que yo clavaba mis pupilas giratorias en ellos.

Por lo visto él no sabía qué hacer, cómo reaccionar ante mis sinceras palabras. Yo lo noto pero tampoco estoy segura de qué hacer exactamente después de confesar lo que siento.

Se me ocurre algo, aunque sea una locura ya no puedo con esto. Rebecca, mi tía, me había prestado la banda que siempre trae en su frente por razones que ya no recuerdo. Y por alguna razón la traía yo puesta en mi frente. Y por alguna razón decido quitármela. (Es como si Rebecca Phoenix hubiera descubierto mis claramente oscuras intenciones). Tomo la cinta entre mis manos y vuelvo a dirigirme a él.

-Yo sé que esto es una locura -empiezo a decir- que somos amigos y nada más, pero...

Raymond permanece inmóvil, sin habla. Yo llevo el lazo a sus ojos, vendándolo con él, habiéndole quitado primero los anteojos. Se lo ato detrás de la cabeza, impidiéndole la visión, como a su hermana Harley, cubriendo sus opacos topacios.

Hasta este momento, él no ha movido ni un músculo. Me acerco a su oído, para continuar con lo que estaba diciendo.

-Por favor, sé mío. Imagina que yo soy Rachel, siénteme como si lo fuera, tócame como se lo harías a ella.

Eso me formatea por dentro. Saber que está conmigo y a la vez piensa en alguien como ella, que desea a alguien igual que a ella. Pero no me queda otra alternativa, si no hago esto jamás podré estar con Ray como yo lo quiero.

Sé que le estoy haciendo daño a él y a mí misma con esto pero ya no importa. Ya nada me importa más que estar junto a él.

No pronuncia ni una palabra, no expresa quejas, no opone resistencia. ¿Debería seguir? Aunque lo intentara ya no podría detenerme. Me acerco a sus labios nuevamente, uniéndolos con los míos. A diferencia de la vez anterior, él si corresponde mis besos. Esa es la respuesta que necesitaba. Abre su boca y me permite introducir mi lengua en ella, acoplándola con la suya en una danza de puro deseo. Nos besamos con pasión, nos devoramos a cada segundo sin importar nada más. ¿Qué podemos perder?

Raymond me abraza por el cuello, me acerca más a él, puedo sentir sus dedos aferrarse a mi ropa. Yo lo tomo por la cintura nuevamente, esta vez conduciéndolo para que se apoyara sobre mí. Sin dejar de besarlo, meto mis manos por debajo de su ropa, acariciando su firme espalda con suavidad.

Escucho sus leves suspiros ahogarse en mi boca, esos con los que había soñado oír. Puedo sentirlo, me excita como nadie jamás pudo hacerlo.

Adelanto mis manos hasta los botones de su camisa, los que desabrocho lentamente. Termino de quitarla. Esa prenda va a parar al suelo. Llevo mis labios hasta su cuello, pasando mi lengua por él, dejando algunas marcas enrojecidas en su piel morena. Su respiración se agita, siento su cuerpo temblar sobre el mío. Al quitar la camiseta oscura que lo cubre, puedo ver su bien formado torso a mi merced. Empiezo a bajar mis labios por su pecho, deteniéndome en uno de sus diminutos pezones.

Al morderlo en forma suave, él vuelve a aferrarse a mi espalda, emitiendo suaves suspiros continuados. Aun no ha pronunciado ni una palabra desde que vendé sus ojos, me gustaría saber la razón.

No puedo hablar, quiero mantener este cómodo silencio, ése que envuelve cada uno de mis movimientos. No quiero arruinar lo que he construido hasta ahora, este momento vale más que cualquier cosa que podamos decir. Sigo recorriendo su cuerpo, dejando marcas rojas en su piel, mordisqueándolo en todos sus rincones. Su respiración se acelera con cada roce, cada caricia que le entrego.

Bajo mis manos hasta sus pantalones, desabrochándolo, quitándolo con suavidad. Al arrojarlo al piso junto a la otra prenda, paso mis dedos por la fina capa de tela que cubre su desnudez. Ray emite un gemido de sorpresa, el que silencio con otro beso apasionado. Nuestras bocas vuelven a unirse, nuestras lenguas se tocan lascivamente.

Sorprendiéndome, sus manos temblorosas e inseguras se guían con dificultad a mi blusa. La toma de los bordes y comienza a abrirla, ya que su de por sí malísima vista está cubierta por ese lazo que le impide ver lo que hace.

Termina de quitármela, a lo que yo vuelvo a llevar mis manos hacia donde había quedado antes. Al tocar su virilidad, puedo sentir que todas mis caricias y mis besos surtieron efecto en su cuerpo. ¿Será que sus sentidos se intensifican al no poder ver?
¿Por qué los Thunderbird tienen mala visión?
Conduzco mi mano a la última prenda que lo oculta de mis ojos, bajándola. Su cuerpo se tensa, seguramente está nervioso por lo que vendrá. Intento calmarlo besando su cuello, al mismo tiempo que no me detengo, ya no puedo. Al terminar de quitarla, dejo al descubierto ese cuerpo con el que he soñado hace mucho.

Sus músculos tensos, su suave y cobriza piel. Aún no me dice nada, ¿qué es lo que sucede? Ray, háblame por favor, necesito oír tu voz. No pienso detenerme, no ahora. Con mis dedos comienzo a acariciar su miembro de arriba hacia abajo, produciéndole espasmos por todo su cuerpo.

-Ah... Re... Rebecca.

Mis ojos se abren, sorprendida por lo que acabo de oír. Creí que pensaba en Rachel, pero ¡¿Piensa él en mi tía en un momento así?! ¡¿Qué clase de mujeres es la que él desea?!

Es mi culpa todo lo que está ocurriendo. Aun así, escuchar ese nombre me duele como un poco de colesterol estancado en mi férreo corazón. Intento no pensar en ello, continuar con lo que estaba haciendo. Yo soy la única responsable de esta locura.

Decido aumentar mis movimientos. Froto su hombría aplicando más intensidad, lo que hace que de sus labios escapen alaridos cada vez más sonoros y estridentes. Subo la mirada por su cuerpo hasta llegar a su rostro. Allí puedo ver claramente todas las sensaciones que lo invaden. Sus labios tiemblan levemente, a la vez que se abren y vuelven a cerrarse. Sus gestos se contraen con cada roce que hago en él.

Lo hago más rápido, su respiración se acelera. Los sonidos que emite se hacen más y más altos. Lo siento húmedo y caliente.

Hecha su cabeza hacia atrás, mientras mece sus caderas hacia mí. Escucho como un intenso gemido sale de sus labios sin que él pueda contenerlo. Seguidamente, un helado líquido desciende por mi mano, escurriéndose entre mis dedos. Él apoya su cabeza en mi hombro, recuperando de a poco una respiración normal.

-Rachel, digo Rebecca, digo Ruth... Yo... no quise decir e...-

-¡Calla! -lo interrumpo- No pienses en nada, no te preocupes por nada. Dedícate a sentir libremente.

Para ese entonces verlo de esa forma, su expresión transformada por el placer, esos dulces sonidos que dejaba escapar, sentirlo así de cerca. Todo había causado una gran conmoción en mí, provocándome una descargar eléctrica.

Tomo de las caderas a Ray, llevándolo y guiándolo, ya que aun sigue con los ojos vendados. Al sentirme en él, el roce hizo que diera un pequeño salto, aferrándose a mi cuello como al principio.

Mientras saboreo su cuello con mi lengua, comienzo a adentrarme en él, arrancándole fuertes gritos. Yo no soy la más experta del mundo, aún soy una adolescente enamorada e ingenua. La que sabe de eso es mi mamá.

Si, Ruth Phoenix, ingenua. No sé muy bien como debería actuar, intento hacerlo lo más despacio que puedo; los que saben de esas cosas son mis padres. Aun así, él gime, se aferra a mí, muerde su labio inferior intentando contenerse. Ya estoy completamente dentro. Gracias a mis padres por haberme fabricado tan bien y de forma tan completa.

Soy tan estrecha, al principio eso dificulta mi movimiento. Con mis manos le indico como debe hacerlo, a lo que él me escucha y comienza a moverse junto a mí. Mi interior es muy frío, al igual que el choque de nuestros cuerpos. Voy aumentando la velocidad, al mismo tiempo que mi corazón palpita más y más fuerte. ¡No vaya yo a desbielarme!

-¡Raymond! -exclamo, posando mis manos sobre sus piernas.

-¡Arrgh...!

Él se acostumbra a mi intromisión, lo se porque sus gemidos se oyen diferentes.
Así como también siento yo su agradable opresión en mí. Nuestros aromas se mezclan, inundando mi mente, intensificando mis sentidos. Las embestidas son más continuas y profundas. Él toma mi cabello, recorriendo su extensión con sus dedos, rozando mis hombros. Ambos nos movemos a la vez, siento como puedo alcanzarlo cada vez más.

-¡Vamos, Ray! -le digo al oído- Di mi nombre. ¡Quiero oírlo!

-Ruth –dijo él casi en un susurro.

-Más fuerte -ordeno- Dilo como si de verdad me amaras a mí.

-¡Ruth! ¡Ruth!

Me muevo a un ritmo sobre-acelerado dentro de él. Ray me toma con fuerza de mis cabellos, haciendo que duela. No se compara con el dolor que llevo dentro.

No importa. Aunque diga mi nombre solo porque yo se lo pido, me gusta soñar con que de verdad está pensando en mí. ¿Soy masoquista? No lo sé, tal vez él me volvió así. Mis suspiros dan en su cuello, ya estoy llegando a mi límite.

En realidad no sé bien cuál es mi límite, olvidé re-calibrar mis indicadores de nuevo... ¿hasta dónde soy capaz de llegar por Ray?

Tan profundo, tan caliente, tan irresistible. Yo sé que esto se acabará muy tarde, aun así no quiero pensar. Vivir este momento, eso es lo que quiero.

Una agradable sensación de calor me recorre el cuerpo entero. Pegado a él, posando mis manos en sus caderas, lamiendo su cuello, sintiendo sus brazos rodearme. Ese calor desciende en un instante, haciéndome soltar un gemido ahogado que va a parar a su oído.

De las rendijas en mi cuello se libera vapor de agua bruscamente. Me vengo dentro de él. Él hace lo mismo, luego de escucharme, siento el calor de su esencia en mi vientre.

Lo abrazo, me aferro a él con fuerza como queriendo nunca dejarlo ir. Apoyo mi cabeza sobre su pecho, escuchando sus fuertes latidos, sintiendo cómo se dilata y contrae seguidamente. Él permanece inmóvil, con sus brazos al costado de su cuerpo.

-Yo... -empiezo, tomando el aire que me falta- yo sé que algún día vas a sentir por mí lo que yo siento por ti. Aún así quiero que lo sepas -hago una pausa- Te amo, Raymond Thunderbird.

-¿Ruth? ¿Así que era cierto?

Tengo ganas de llorar, es prácticamente incontenible. Y se supone que no puedo hacerlo porque soy un robot y no debiera yo mostrar sentimientos, mucho menos de esta manera.

Es imposible, también soy una chica y llorar es normal hasta cierto punto para nosotras; Ray es el único que logra sacar todo de mí a la luz, a él no puedo mentirle por más que quisiera.

Una pequeña lágrima rueda por mi mejilla, otra y así sigo. De repente mis sollozos se hacen presentes, aunque quiero callarlos, intento cerrar mis ojos fuertemente para detenerme.

Es inútil, demasiado tiempo estuve reprimiendo todo esto. Mi mente se rompe en pedazos en este instante. Para mi sorpresa, unos brazos rodean mi cuello, haciendo que vuelva abrir los ojos.

-No llores, Ruth, por favor; siempre te escucho susurrar, y Rebecca me lo dijo-murmuró.

Sus manos acarician mi cabello, su voz es tranquilizante. Eso me hace abrir los ojos otra vez. ¿Qué es lo que sucede? Yo no lo suelto, él tampoco lo hace.

Seguimos unidos como hasta hace un momento. Pero, a diferencia de lo que acaba de pasar, lo siento más cerca que antes. ¿Por qué? ¿Cambió algo que yo le haya confesado todo lo que siento?

Unas tenues imágenes se forman delante de mis ojos. Lo que hasta hace un momento era negro va tomando color poco a poco. Todo lo que estaba borroso se vuelve nítido... Me había dormido sin darme cuenta.

Abro los ojos con dificultad, parpadeo varias veces. Me siento y miro a mí alrededor: estoy en un sillón. Todo lo que ocurrió anoche... ¿Fue verdad?, ¿o un simple sueño?

Me doy cuenta de que esa no es mi casa, estoy en otro lugar. Todo vuelve a mi mente; las palabras, las caricias, aquel último abrazo. Si, fue verdad. Pero Ray no estaba a mi lado. Tomo mi ropa sin muchas ganas y la ato con la cinta con la que lo había vendado.

No tengo nada que hacer en este sitio, logré más de lo que esperaba. Aunque sólo sea un recuerdo, guardaré lo que pasó entre nosotros en mi memoria (y no sólo en mi memoria física, un gran diskette...).

Raymond había sido mío. ¿Alguna vez lo fue? No. Eso ya no importa. Resignada, con algo de melancolía en mi rostro cansado me levanto de allí. Camino hasta la puerta sin fuerzas. Giro la perilla, pero antes de pudiera abrir escucho una voz que me llama.

-Ruth, ¿A dónde vas?

Es él. Ni siquiera volteo a verlo, no podía hacerlo en este estado. Abro la puerta y camino sin decir nada. Escucho su voz, pero no pienso regresar. Ya es suficiente el daño que nos he hecho a los dos. Avanzo, ya no lo escucho más.

Seguramente se cansó de seguirme.  Aprieto los ojos, queriendo no ver la realidad inminente que me rodea. De repente, algo me obliga a frenar. Unos brazos me rodean por la espalda queriendo retenerme. Siento un peso descansar en mi hombro. Dejo de avanzar.

Siento como esas toscas manos arrugan mi ropa posándose sobre mi pecho. Sigo sin poder reaccionar ante sus actos.

-Ruthie, no te vayas -empieza, en voz extrañamente suave- Tienes razón, yo no puedo corresponder tus sentimientos en este momento, pero te quiero, en verdad. Tal vez podría intentar enamorarme de ti como te mereces. No tenemos nada qué perder. Después de todo, eres una Phoenix.

Abro los ojos, sorprendida por todo esto. Permanezco en silencio, no sé qué decir. Las palabras sobran en este momento. Lo único que puedo hacer es apoyar mi mano sobre las suyas, acariciándolas en forma sutil. Permanecimos así, abrazados en medio de una calle desierta.

Es verdad, ninguno tiene nada que perder. Sonrío, me siento tan feliz. Dijo que me quiere. Lo haré, prometo que haré tan feliz a Ray como él lo hizo conmigo hasta ahora. La persona que se llevó todo de mí. Él que posee los ojos que no pueden ver más allá de su nariz.

-¿De verdad quieres intentar algo conmigo?-le dije...

-Sí.

-¿Me permites tus anteojos?

-Claro...

Y entonces, sucedió: Los revisé exhaustivamente, y después de limpiarlos un poco, me los coloqué. Activé mi Clarion, y lo sujeté, mirándolo fijamente a sus ojos. Él, me miro muy extrañado, como si fuera yo a hacerle daño. Le dije que se tranquilizara, porque acaba de darse cuenta a quién amaba en realidad.

-Raymond Thunderbird, hijo de David Thunderbird, hermano mayor de Harley Thunderbird, ¿realmente estás seguro que deseas compartir el resto de tu vida conmigo, yo, Ruth Phoenix, hija de Joshua y Claire Phoenix, sobrina de Rebecca y Richard Eagle y hermana menor de Rex Phoenix?

-Estoy seguro.

-¿Estás consciente que al hacerlo no podrás regresar y ni sentir ninguna estima afectiva por Rachel Sanyo, o alguna otra hembra de tu especie?

-Sí-contestó firmemente.

-¿Y te convertirás en el elemento número doce, tras de mí la número once, como parte de la segunda generación del grupo de los seis?

-Sí.

Lo miré fijamente a sus vidriosos ojos, y entonces, aplicando aquella facultad que con tanto amor mi madre Claire me heredara, comencé a escudriñar hasta el más mínimo rincón de su mente. Analicé hasta el último byte de su memoria.

Y vi y comprobé que, en efecto, Rachel Sanyo sólo utilizó a Ray como una diversión pasajera, así como lo hiciera con mi padre hace mucho tiempo.

Con el poder aumentado cientos de veces gracias a los lentes de Ray, a través de mi Clarion, transmití microondas cerebrales por medio de mis ojos, haciendo que él fuera indiferente ante todas las desgracias que Rachel causó en él.

Poco a poco, sentí cómo Raymond se sentía mejor.  La tensión en su cuerpo disminuía cada vez más. Pude sentir cómo su vibra, antes penosa y triste, ahora se inundaba de una gran paz y tranquilidad, probablemente una que jamás en su vida habría sentido. Benditos sean mis padres...

-¿Te sientes mejor, cariño?

-Sí.

Lágrimas de alegría brotaron de sus ojos. Lentamente, fui frenando mi Clarion, hasta haberlo detenido completamente. Él me abrazó. Yo hice lo mismo. Y quedamos allí, como suspendidos en el tiempo. Ambos, enganchados el uno al otro, parecíamos bailar alguna canción que sólo nosotros podíamos escuchar.

Ahora nuestras mentes están en una sola frecuencia.

-Ruth, muchas gracias. Me has liberado de un gran peso.

-Y gracias a ti, Raymond, por permitir que te ayudara, para así ayudarme.

-Ahora pudo ver sin lentes...

Y ambos comenzamos a reír, como nunca antes. Eran como las 7 y media de la mañana, hora en que los niños van a las escuelas, y en que los adultos salen rumbo a sus trabajos. La gente nos observaba raro al pasar cerca de nosotros.

Yo simplemente los ignoraba. Ahora logré mi objetivo, y nada más importa ahora.

Y en nuestras ropas surgían un par de números: Para mí un once, para él un doce...

Y así fue como el 24 de agosto de 2991, siendo las 7:40 AM, mi historia al lado de Raymond Thunderbird había comenzado...

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